¿Cuán grande es tu hábito de compararte con el resto de personas a tu alrededor?
29.Abr.2024. Curiosidades. Supón que te invitamos a participar en un juego. Te daremos una cifra, 100 euros, por ejemplo, y un porcentaje de él tendrás que compartirlo con un desconocido. Si dicho desconocido acepta el trato, él y tu podrán quedarse con el dinero pactado. ¿Qué porcentaje estarías dispuesto a compartir? ¿Si fueras el desconocido, qué porcentaje te gustaría recibir?
Este experimento fue realizado por tres economistas en 1982 y fue bautizado como "negociación ultimatum", descubriendo que los desconocidos que participaron, aceptaron solo cuando se les compartió un 20% o más de la cifra. Por debajo del 20% lo rechazaba directamente, es decir, prefería no lograr nada y que ambos perdieran antes que aceptar una cifra inferior al 20%. ¿Crees que fue racional la respuesta de estas personas? La necesidad de las personas de confrontar lo que les sucede a ellos mismos con lo que les ocurre a otros, puede hacernos tomar decisiones que parecen racionales pero no son las que nos convienen causándonos frustración y vacío. ¿Cuán grande es tu hábito de compararte con el resto?
De este juego se desprendieron varias conclusiones. Una de ellas es que cuando creemos que no es justo lo que nos están proponiendo, podemos echar por tierra el acuerdo, aunque parezca que estamos actuando con toda lógica. Y conclusión, quizás la más importante, es que tenemos de manera innata la necesidad de compararnos.
De acuerdo con el estudio, el hábito de compararnos es una tendencia evolutiva porque nos sitúa en el entorno, no da percepción y nos prepara para enfrentarnos a situaciones externas. Es por ello que en nuestras decisiones incluimos lo que otros hacen o ganan en alguna situación en particular. Por ejemplo, no sólo miramos la carretera cuando conducimos, sino también vemos lo que ocurre a través de los retrovisores.
Los bebés comparan lo que tienen entre ellos. Los adolescentes de un hogar siempre estarán en disputa por quién ha hecho más o menos tareas domésticas. Uno vigila qué hace el otro y, si considera que sale perdiendo, monta el "mostrador de las quejas". Todo esto es una tendencia evolutiva, aunque no deja de ser una situación desgastante para los padres.
En el reino animal, cuando la leona persigue a la cebra en el África profunda, el objetivo de la cebra no es solo correr más que la leona, sino correr más que otra cebra. Por eso, cuando la depredadora logra cazar a una de ellas, el resto se pasea tranquilamente a su lado.
Si en la empresa sabemos que algún compañero gana más realizando el mismo trabajo y con la misma experiencia o antigüedad, nuestra motivación desciende considerablemente y nos sentimos decepcionados y engañados, aunque hayamos aceptado felizmente el salario cuando nos contrataron.
De acuerdo con el artículo de Pilar Jericó titulado "El hábito de compararnos", la necesidad de comparación tiene una finalidad: aportarnos una referencia externa pera medir nuestro estatus en cualquier actividad que realicemos, por más sencilla que sea, como sería recoger la mesa o vaciar el lavavajillas.
Hasta aquí todo parece estar bien. Sin embargo, aunque no tengamos este instinto innato, aparentemente también puede albergar una trampa importante y es que si estamos todo el rato comparándonos con el de al lado para reafirmar nuestra valía personal, nos sentiremos frustrados y vacíos.
Ese sentimiento de frustración llega porque en algún momento, alguien tendrá más o estará en mejor condición que nosotros, aunque se trate de aspectos intangibles, como la salud, la belleza o la alegría.
Y la cosa puede empeorar. Si además de compararnos también deseamos lo que el otro tiene, abrimos la caja de Pandora de una emoción incómoda: la envidia.
Ese sentimiento dañino puede alimentarse al comparar nuestros éxitos en relación con los de terceros o nuestras publicacioens en redes sociales con las de amigos o conocidos. Hay que tener la suficiente inteligencia emocional para evitar pensar que nuestra felicidad se basa en conseguir más que los otros.
Dado que estamos muy expuestos a redes sociales, activando esa necesidad de compararnos, Pilar Jericó nos recomienda que fijemos nuestra atención dentro. Esto nos permitirá dejar de escanear el que ha logrado más cosas y enfocarnos en lo que hemos logrado. Por ejemplo, dejaríamos de fijarnos de quién es más inteligente para comenzar a apreciar cómo hemos ido aprendiendo y estamos mejorando en nuestras decisiones.
Mirar hacia dentro de nosotros mismos es una manera más amable de tratarnos y de orientar mejor un mecanismo innato para ganar sabiduría, lograr un mejor autocontrol y fomentar una mayor sensibilidad hacia otras personas.
Pilar Jericó finaliza comentando: "El espacio para superarnos a nosotros mismos es infinito y centrarnos en él nos ayuda a dejar de sufrir por lo que hacemos en relación con los otros. Cada persona tiene su propio camino y, con él, sus propias dificultades. Sigamos el nuestro y así, de paso, seremos más felices".
Isaac Nathan Bloom
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