Confesiones de Medianoche: `Bailar con otro hombre en una discoteca (no gay)´
08.Abr.2024. Anécdotas. Hubo una época en que me invitaban a bodas cada dos por tres. Mis compañeros de bachillerato, luego los de la universidad, después los del postgrado, etc. En casi todas sus fiestas o asistía solo o me llevaba a mi mejor amiga para que me acompañara.
Sin embargo, siempre tuve la fantasía de ir a la celebración de una boda con algún novio, levantarnos a mitad de la noche y bailar juntos. Se que eso habría atraído las miradas de muchos presentes y posiblemente la queja de los novios o de personas presentes.
Lo cierto es que nunca me atreví a hacerlo en un lugar donde a lo sumo, alguien se me habría acercado para llamarme la atención, pidiéndome que "por respeto a los novios y a las familias presentes, que dejara de bailar con otro hombre".
Sin embargo, me atreví a bailar con otro hombre en una discoteca hetero, llena de mujeres y hombres que no conocía y que bajo los efectos del alcohol, podrían haber reaccionado de mil maneras posibles. Debo decir que en algunas ciudades europeas y posiblemente en algunas otras principales ciudades del primer mundo, una discoteca hetero puede llegar a ser mixta. Pero no es el caso en zonas rurales o países sudamericanos. Existen aun muchos prejuicios.
Pero recuerdo habeme arriesgado bailando con otro hombre en una discoteca hetero. Fue en un viaje que hice para celebrar que había terminado mi postgrado. Recuerdo haber comprado un "todo incluido" en una paradisíaca playa de algún lugar América del Sur y decidí pasar un fin de semana allí.
Recuerdo que en la tarde del sábado, mientras me bañaba en la piscina del hotel y al mismo tiempo veía y participaba de las actividades organizadas por el hotel, el animador de eventos nos decía que en la noche se prepararía una salida para el mítico bar llamado "Sr. Frogs".
Cuando el animador de eventos se me acercó para que me animara a la salida de la noche me entró un escalofrío. El intuía que yo era gay. Y yo intuía que él quería algo conmigo. Pero él no era mi tipo. Nunca me han gustado los hombres muy amanerados. No creo que sea "plumofobia". Es que no me atraen sexualmente.
Sabía que si iba, el animador de eventos intentaría algo conmigo. Pero estaba solo allí, participando de las actividades recreativas que organizaba el hotel y había ido allí para divertirme. Así que me animé y confirmé mi presencia y apunté mi nombre en la lista para la salida al bar-discotheque. ¿Por qué no?
Cuando me acerqué al transporte que nos llevaría a la disco, me fijé en que éramos seis personas. El grupo estaba conformado por dos hombres alemanes muy apuestos, un par de chicas venezolanas que seguramente querían algo con los alemanes, un chico español y yo, que junto con el animador de eventos y su compañera, completábamos el grupo de ocho.
El ambiente que recuerdo en "Sr. Frogs" era único. Muy buena música. Muy buen rollo. Buenos tragos o copas. No tardamos en adaptarnos en el lugar. Había sido una buena elección. Una vez quise regresar y supe que el bar ya había cerrado, lo cual es una verdadera lástima.
Pero allí estábamos: seis turistas junto con el animador de eventos y una amiga de él. Y no pasó mucho tiempo en que "se mostraran las cartas". Por sus miradas y comunicación no verbal, evidentemente las chicas venezolanas se querían comer a los atractivos alemanes. Pero ellos no les prestaron caso alguno a ellas.
Por otro lado, el chico español no era tan guapo. Mucho más lo era su hermano, quien era abiertamente gay y que también se quedaba en el hotel pero no había venido con nosotros. Sabía que su hermano era gay porque flirteaba abiertamente con un agente de viajes del hotel y además lo había visto en la playa con un diminuto y provocador bañador. Pensaba que quizás no eran hermanos. Que quizás era su pareja, pero el español resultó ser heterosexual y quería con alguna de las chicas venezolanas... o con ambas.El animador de eventos quería conmigo. Y yo quería con alguno de los alemanes... o ambos.
El animador de eventos quería conmigo. Y yo quería con alguno de los alemanes... o ambos.
Fácilmente marqué distancias del animador de eventos. Supongo que mi seriedad lo espantó... gracias a Dios. Afortunadamente no le rompí el corazón. Todo lo contrario. Lo superó rápidamente porque pasada la medianoche lo vi bailando con uno de los alemanes. Mi sospechas eran ciertas. Al menos uno de los alemanes era gay pues si no, cómo se explicaba que estuviese bailando con el animador de eventos.
Todo el mundo en la discoteca los veía. Algunos boquiabiertos y perplejos, mientras que a otros les parecía gracioso.
Sentí envidia. Pero no porque yo quisiera estar en su lugar, bailando con el alto y apuesto alemán... (bueno... quizás un poquito si...). Mi envidia era por la facilidad con que el animador de eventos lo había hecho. Sin pensarlo. Sin meditar las consecuencias. Sin reparar que nos encontrábamos en una discoteca hetero, no en una discoteca gay.
Siempre me he considerado "una persona seria". Me cuido de hacer cosas para evitar que me consideren "una loca". Pero allí me cuestioné a mi mismo. Recordé que no fueron "las personas serias" las que salieron a protestar en Stonewell, hace ya 50 años, ante el acoso de la policía y que gracias a ello en el mes de junio se celebra el mes del orgullo en muchas partes del mundo.
No son los "hombres serios", que son supuestamente aquellos que en sus perfiles de Grindr o Scruff colocan "straight acting", "cero plumas" o "tipo hetero", los que salen a manifestar y pedir reivindicaciones cada año para el colectivo LGBTI en Venezuela, ni Colombia o México, así como tampoco en el resto de países latinoamericanos. Gracias a los que salieron a manifestarse aquella vez (los que tenían más pluma, transexuales, travestis, etc) es que algunos países han otrogado derechos al colectivo LGBTI.
Es curioso, pero aquella noche, al alemán lo veían como un turista gay que venía de un país desarrollado. Al animador de eventos lo veían como una "loca desatada". Así que tuve en mis manos la decisión de dejarle solo y poner cara de asombro y perplejidad o bailar con ellos, sabiendo que al hacerlo, no sólo me estaría divirtiendo, sino también estaría reivindicando mi derecho de bailar con quien quiero bailar, y que significaría también que los lugareños me verían como "una loca desatada".
Así pues, fue como decidí convertirme para ellos en "otra loca desatada". Recuerdo que me armé de valor y me acerqué al otro alemán, quien por cierto era rubio, más maduro y más guapo. Y bailamos juntos (a las chicas venezolanas casi les dió un infarto, mientras que el español reía).
No pasó mucho tiempo después que los alemanes comenzaron a bailar juntos. Y por la forma en que bailaban y se tocaban, efectivamente eran pareja.
Sabía que no era igual ver a un turista alemán bailar con un latino que ver dos hombres latinoamericanos bailando en una discoteca hetero. Los locales tenemos mucho más que perder por ser locales. Pero la estaba pasando muy bien (y el alcohol ya estaba haciendo efecto). Así que comencé a bailar con el animador de eventos. Y me alegro haberlo hecho pues junto a él bailamos de todo (bailaba mucho mejor que los alemanes). Ha sido la noche más divertida en mucho tiempo.
Entrada la madrugada, nos recogió el transporte que nos había llevado. El conductor dejó al animador de eventos y a su compañera y posteriormente nos dirigimos al hotel. Todos estábamos cansados, excepto el español, que parecía tener a una de las chicas venezolanas ya "en el sartén", bien calentita y a fuego lento.
Cuando entré en mi habitación me pareció triste dormir solo. Y pasó por mi mente una idea que no tardé en ejecutar: tocar la puerta de la habitación en la que se quedaban los alemanes.
Debo hacer una confesión adicional y es que creo que estando completamente sobrio, jamás habría hecho eso. Pero no sólo estaba un poco "happy", también me sentía ganador: había sido capaz de bailar con un hombre en una discoteca hetero. Y no sólo con uno. Técnicamente bailé con tres en toda la noche (los dos alemanes y el animador de eventos).
Fue el rubio el que abrió la puerta y ya no recuerdo exactamente qué le dije pero recuerdo el espíritu de mi propuesta: "quería saber si él y su pareja querían continuar la fiesta". Su respuesta fue negativa y terminé en mi habitación solo.
En cierta forma, me alegró que el alemán me rechazara. No soy fan de los tríos y posiblemente, me habría arrepentido luego. También me alegró que me rechazara. Saber que no todas las Relaciones gays son abiertas me hizo feliz. De tener pareja, tendría una relación cerrada.
Llegó el día domingo, luego de dormir un poco y antes de marcharme del hotel, me disculpé con el rubio alemán por si les había ofendido con mi propuesta indecente. Me respondió que no me preocupara, que no había pasado nada. Les deseé mucha suerte.
Realmente me sentía exultante de alegría por haberme atrevido. Por haber tomado la iniciativa y haber dado el paso, tanto en el bar como en el hotel. Me gustó ser espontáneo, cosa que nunca suelo hacer... Creo que lo que más me gustó fue sentirme libre...
Hernando
El chico latino y bailongo
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