Confesiones de Medianoche: `Dejé a mi novia plantada para huir con el padrino de mi boda´
20.Mar.2024. Anécdotas. En este momento tengo tiempo para escribir. Ya he trabajado y reunido lo suficiente como para "vivir de la renta". Afortunadamente me ha ido bien en la vida, gracias a mi esfuerzo, mi dedicación y la oportunidad de trabajar en cargos gerenciales de algunas empresas transnacionales.
Ahora me siento un poco solo. A veces, tener dinero puede ser una maldición. No sólo por la posibilidad de que invites a casa a alguien que quiera robarte o hacerte algo peor. Sino también porque la situación económica del mundo está masificando la pobreza. Basta con meterte a una aplicación para conocer a otros hombres gays para darte cuenta la cantidad de hombres treintones o más que aun viven con sus padres o en una habitación, sin posibilidades de un futuro mejor.
Ya soy un hombre maduro y he salido con varios hombres que al cabo de un mes se han aparecido sin invitación en mi casa con sus maletas (a los que he tenido que despachar de inmediato). Me he vuelto un hombre desconfiado, no creo en nadie. Y no tengo intenciones de ser la "solución habitacional" de nadie.
Últimamente me he vuelto un hombre reflexivo también. Y hasta me pregunté qué sería de mí si me hubiese casado hace veinte años con mi novia de aquél entonces. Estuve a punto de hacerlo. Todo estaba listo: vestido de novia, recepción, iglesia, rumba. Todo estaba pago, con la idea de realizar un buen fiestón...
Pero no me casé. Cancelé la boda a última hora gracias a mi mejor amigo y padrino de bodas, quien me ofreció un rumbo diferente, un rumbo que asumí y que acepté. Un rumbo que cambió completamente mi vida y que comenzó, irónicamente, en una despedida de soltero.
La despedida de soltero
Se supone que las despedidas de soltero son el fin de una etapa. A veces pienso que mi despedida me prolongó mi soltería por la eternidad: me convirtió en un hombre homosexual. Faltaban dos semanas para mi boda civil y tres semanas para mi boda por la iglesia. Estaba emocionado. Sabía que representaba un cambio en mi vida. Un cambio que estaba planificado luego de haber culminado la universidad.
Verónika Saggiomo había sido una compañera excepcional. Bella, inteligente. Habría sido una perfecta madre para mis hijos. La conocí en una clase de matemáticas. Matemáticas II para ser exactos. La amé. Fueron cinco años de noviazgo que me dejaron muchos buenos recuerdos. Fue el primer amor de mi vida.
Verónika puso mala cara cuando le dije que Abelardo Ayoub, mi mejor amigo y padrino de bodas, me haría la despedida de soltero en la playa. Sin embargo aceptó. Ella sabía que ese sería mi último viaje de placer como soltero. Ella (ni yo) jamás imaginó que ese viaje representaría un punto de inflexión en mi vida.
Abelardo era mi mejor amigo. También lo conocí en la universidad. Mi compadre, mi mejor amigo, más que un hermano. Lo conocí un año antes que a Verónika. Jamás vi en él alguna pluma que me hiciese pensar que él era un hombre gay.
Como es normal entre los hombres, regularmente hablábamos de mujeres. Y siempre le conocí "noviecitas". El es un hombre de piel blanca, ojos grandes y redondos color miel, cabello negro y con un cuerpo muy velludo, como la mayoría de los árabes. Todo un bombón para cualquier chica (o chico, como vine a saber después).
Mi despedida de soltero estaba organizada por Abelardo: playa, rumbas, tragos, mujeres, deportes extremos. Era todo un acontecimiento. Sería un fin de semana inolvidable. Y vaya que lo fue...
...Nos quedamos en la casa de playa de la familia de Abelardo. Llegamos allí el viernes por la noche. El ya tenía todo el plan para el fin de semana.
- Viernes por la noche: discoteca.
- Sábado por la mañana: algo de submarinismo, motos acuática y algo de ultralivianos.
- Sábado por la noche: rumba en la casa hasta el amanecer, fiestooooon...
- Domingo: playa.
- Domingo por la noche: regreso a casa.
Todo se fue desarrollando según el plan hasta el sábado por la noche. A su casa fueron familiares y amigos en común. Nada qué resaltar. Mucha de esta gente se fue pasada la una de la madrugada.
Como a partir de las 2:00 am comenzó a llegar gente extraña. Gente que nunca había visto en mi vida, amigos y/o conocidos de Abelardo. O por lo menos extraña para mi. En aquél momento no lo entendí. Lo entendí después: Algunos chicos abrazados, algunos de ellos un tanto amanerados, algunos chicos con mucha pluma, chicas tomadas de las manos, chicos fashion, etc. No presté mucha atención a ello, yo seguía en mi nota de beber, conversar y escuchar música y bailar. Me fui a dormir casi a las 5:00 am, cuando ya estaba bastante bebido.
El punto de inflexión
No se cuánto tiempo pasó cuando sentí que alguien se acostó a mi lado y comenzó a acariciarme. Mi reacción fue a ver de quién se trataba. Pasó por mi mente de que se trataba de la vecina de la casa de al lado que estaba riquísima y que no pude dejar de quitarle el ojo mientras estuvo presente en la fiesta. Pero no, no era ella... era Abelardo...
Cuando me di cuenta que era Abelardo, ya era muy tarde. Mi sangre había bajado a montones por debajo de mi cintura. Sentía que mi miembro estallaría de la presión. Recuerdo que lo aparté y me quedé como en shock mientras Abelardo me miraba fijamente. Fue en ese entonces que el licor hizo su obra maestra. Supongo que mi nivel de excitación junto con mi sorpresa hicieron que perdiera mi nivel de conciencia... Abelardo insistió con un beso... y yo me dejé llevar... me perdí...
A la mañana siguiente desperté con un dolor de cabeza como nunca y cuando abrí los ojos comenzaron a llegar flashes de lo que sucedió apenas unas horas antes. Recordé algunos de los besos que me dió Abelardo... así como algunos de los besos que le dí a él en reciprocidad.
Recordé como su barba me hacía cosquillas en mi cuello, en mis piernas y espalda. Una sensación que no había sentido nunca antes. Pasó por mi mente la imagen de Abelardo concentrado en zonas de mi cuerpo que sólo habían sido exploradas tímidamente por mis novias del pasado. Recordé cómo le hice mio.
Sentí mareos al darme cuenta que Abelardo estaba desnudo aun junto a mi. Me levanté y fui al baño sintiendo una mezcla de emociones difícil de explicar: llorar, reir, gritar, etc. Sin hacer mucho ruido, recogí mis cosas con la idea de regresarme a casa. No era un buen plan para disfrutar de la playa tal y como estaba planificado. Huí de esa casa tan pronto como pude.
Afortunadamente pude adelantar mi vuelo. No quería ver el rostro de Abelardo. No quería hablar con él. Sabía que lo que había pasado no había sido un sueño (o una pesadilla). Uno sabe de esas cosas.
Llegué a casa ese mismo domingo y mis padres se dieron cuenta de que algo no andaba bien. Primero, porque no llegué feliz de mi "despedida de soltero", como esperaban. Segundo, porque sabían que no había regresado con Abelardo, quien había llamado a casa de mis padres preguntando por mí.
Mis padres se cansaron de preguntarme qué había pasado en la playa. Nunca les dije lo que pasó en aquella casa, en las cuatro paredes de aquella habitación. Y mucho menos a Verónika, a quien también le hui por al menos dos días seguidos, sin contestarle las llamadas.
Cuando el miércoles siguiente por fin salí con Verónika, ella también se dio cuenta de mi cambio. Me costaba verla a los ojos. Merecía mi honestidad mucho más que nadie, sin embargo, ella era quien recibía más evasivas e interrogantes en lugar de respuestas.
La semana fue un infierno. Por un lado Abelardo, llamando a la casa hasta dos y tres veces al día. Y por otro Verónika quien sospechaba que yo tenía intenciones de cancelar la boda.
Jamás olvidaré las palabras de mi papá, el sábado siguiente después de mi despedida:
"Hijo, usted está joven. Si usted no se quiere casar, aun está a tiempo de rectificar".
En ese momento sonó el teléfono de la casa. Contestó mi mamá. Era Abelardo. Era la tercera vez que llamaba ese día. Ella, quien no estaba muy a gusto con la respuesta de mi papá me dijo:
"Hijo, ¿por qué no habla con Abelardo?, ustedes son amigos. No hay nada que no puedan superar ¿o si?"
Me llenaba de rabia el saber que mi mamá estaba equivocada. Pero por alguna razón me animé a contestar el teléfono. Quizás para mandar a Abelardo al diablo, que dejara de llamar, que me dejara en paz de una vez por todas.
Abelardo comenzó a llorar por teléfono cuando escuchó mi voz. El estaba arrepentido por lo sucedido. Me preguntó si nos podíamos ver. Abelardo se quedaba en mi casa (la casa de mis padres) cuando venía a visitarnos. Sin embargo, dada la situación, estaba cerca pero se estaba quedando en un hotel. Me dijo en qué hotel se estaba quedando y sin pensarlo detenidamente, salí a su encuentro.
Mi segundo encuentro con Abelardo
Recuerdo que cuando llegué a la habitación estaba lleno de ira. Quería matarlo. Apenas Abelardo abrió la puerta entré sin verlo, caminando directo hacia la ventana de la habitación. Lo ignoré por completo. Abelardo cerró la puerta, se dirigió hacia mi y me abrazó por la espalda.
Abelardo no podía hablar. Estaba llorando. Apenas le escuché decir:
"Perdóname amigo. Cásate y perdóname... por favor... No quiero estropear tu vida... Olvidemos lo que pasó"...
Comencé a llorar también. Las ganas de matarlo se fueron desvaneciendo poco a poco. Él estuvo abrazado a mi por varios minutos que parecieron horas. Luego me di la vuelta y el abrazo fue mutuo.
Lo que pasó después no tiene explicación alguna. No pasó mucho tiempo para darnos cuenta de que nos estábamos besando, luego nos quitamos la ropa, e hicimos el amor otra vez, con la diferencia que esta vez estábamos sobrios.
Debo confesar que no salí de esa habitación como por una semana y que desde allí se terminó mi compromiso de matrimonio. Mi familia se encargó de todo.
Desde esa misma habitación de hotel llamé por teléfono a Verónika para decirle que no habría matrimonio y casi desde allí salí a mi viaje planificado como "luna de miel" con los pasajes de avión que ya tenía. Sólo que no fui con Verónika, viajé con Abelardo.
¿Cambiaría en algo mi decisión de hace 20 años?
Siempre llego a la misma respuesta. Lo mejor que hice fue evitar ese matrimonio. Mi relación con Abelardo trascendió mucho más de aquel viaje a la playa. Fueron doce años en los que compartimos la vida juntos y aunque ya no estoy con Abelardo, fue un periodo de muchísimas anécdotas y muy buenos recuerdos. Lo amé también.
Lo amé desde ese repentino abrazo en aquella habitación de hotel, con el cual comprendí que lo único que deseaba era hacerle el amor de mil maneras distintas... desde ese justo momento, sentí como Abelardo se apoderaba de mi, de mi cuerpo, de mi corazón y de mis fuerzas...
Angel Gabriel Mabo
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