Confesiones de Medianoche: `Mi primer meneo de salchicha (mi primera paja)´
10.Jul.2021. Anécdotas. No suelo escribir. Siento que no soy bueno escribiendo. Pero soy fan de esta sección de la revista y luego de ver unas confesiones pasadas sobre la ``Mi primera experiencia en una playa nudista´, me sorprendió saber que a mis cincuenta y pico de años nunca he ido a una. Ya estoy haciendo planes.
Estoy feliz porque afortunadamente, aun me quedan muchas cosas por experimentar por primera vez. Y es que a mi edad, suena lejos el de "primera vez de algo".
Para celebrarlo, desde hace una semana me he planteado enviar algo para que lo publiquen. A ver si de verdad lo publican. Entiendo que esta sección de Confesiones de Medianoche es para relatar anécdotas que sólo comentaríamos en horario adulto y quizás con ayuda de una copa en la mano, pues de lo contrario, no nos animaríamos a contarla.
Desde que comencé a buscar un tema, no puedo sacar de mi mente la idea de una primera vez. Lo siento. Como ya dije, no soy bueno escribiendo. Y en ese proceso, lo primero que vino a mi mente fue mi primer beso o mi primera experiencia sexual.
Es curioso que uno siempre tiende a recordar el primer beso y por supuesto, la primera vez que se tuvo sexo. Son situaciones, experiencias y momentos que nunca se olvidan. Yo recuerdo perfectamente la primera vez que le di un beso a una chica. Y por supuesto, la primera vez que le di un beso a un hombre. Tampoco se me olvida la primera experiencia sexual.
En mi caso, primero fue con una chica. Muchos años después con un hombre, después de mis treinta y muchos, un matrimonio fallido y dos hijos. Pero no quería escribir sobre eso. Quería otra cosa. Ser un poco más original con mi historia. Forzar un poco la barrera.
Luego vino la inspiración. Pero debo confesar que tampoco fue original. La vi en un blog que sigo desde hace tiempo y que no revisaba desde hace unos meses. Se trata del blog de un HOMBRE CONFUSO, en el que su dueño nos relata de una experiencia de la que poco se habla.
Si. Pocas veces uno tiende a pensar en esa primera vez en que las manos hicieron contacto más abajo de la cintura, y acariciaron en esa zona hasta llegar al orgasmo, quizás ayudado con alguna escena en la tele, alguna foto o sencillamente con la imagen de un recuerdo anterior. José Confuso nos habla de su primera masturbación en en su blog. O dicho en sus propias palabras: "su primera paja".
Yo quisiera seguir ese hilo. Y por ello, he decidido que ahora es mi turno de escribir sobre mi primera paja también, vamos. Sería fenomenal que todos hiciéramos el ejercicio de recordar la primera vez que nos masturbamos, dicho en forma menos vulgar.
Sin embargo, en un mundo plagado por el reggaeton, podríamos movernos en terrenos fangosos y dependiendo del país en el que no encontremos, mojarnos con las expresiones más vulgares para recordar esa primera vez que:
- Nos pelamos la banana
- Nos la ahorcamos
- Hicimos el 5 contra 1 (y el que pierde escupe)
- Limpiamos la tubería
- Jugamos a los dados
- Meneamos la salchicha
- Aireamos el pajarillo
- Hicimos vomitar el calvo
- Nos la fufamos
- Nos la cascamos
- Hicimos el YO con YO
- Nos 'jalamos' el pescuezo al ganso
- Nos jalamos tripa
- Volamos cometa
- Sacudimos la nutria
- Nos hicimos la manuela
- Hicimos una puñeta
- Le pulimos le casco al soldado
- Meneamos el chino tuerto
- Subimos y bajamos el periscopio
- Hicimos un jalapeño
- Nos la chaqueteamos un rato
- Nos rayamos la yuca
- Jugamos la perinola
- Le dimos al bombo
- Enceramos el vater
- Echamos una corrida
- Subimos y bajamos el paraguas
- Nos sacudimos la sardina
- Ordeñamos el cabezón de leche
- Hicimos bailar al soldadillo
- Le dimos al salchichón, etc.
Aunque sucedió hace mucho tiempo, recuerdo muy bien esa primera vez.
Por cierto que en este momento me pregunto a qué edad tienen los chicos de ahora esta primera experiencia. Con el bombardeo de la televisión, el cine y ahora con las redes sociales, no me extrañaría que esa edad fuese muy temprana. En mi caso, eran otros tiempos. Con mucho temor al escarnio público debo decir que `mi primera paja´ fue a los veinticuatro años. Leíste bien. Veinticuatro. Twenty four. Vingt-quatre. Ni-ju yon. A los 24. V e i n t i c u a t r o. 二十四.
Perdonadme. No me enviéis a las mazmorras pero me declaro culpable. A esa edad no sólo era virgen sino que nunca antes me había masturbado.
¿Que cómo es que nunca lo hice antes? Pues supongo que fui una persona muy ingenua e inocente. También nací y me crié en un hogar muy religioso donde la educación sexual brilló por su ausencia. Antes no contábamos con tanta televisión, el cine no era tan explícito y no habían redes sociales.
¿Que no me crees? Pues no haré nada para convencerte. ¿Que cómo es posible que aguantara tanto? ¡Basta de preguntas! El cuerpo humano es sabio. Para desfogarse, mi organismo me sumergió por mucho tiempo en los sueños húmedos. Vaya que tuve sueños húmedos. Deseaba que pararan porque eran más mis sueños húmedos con hombres que con mujeres.
Adicionalmente, me avergonzaba que mi madre descubriera mis calzoncillos con una sospechosa mancha blanca en ellos. Más aun a mi edad en la que ya había acabado la universidad, y aunque estaba trabajando, aun vivía con mis padres.
Fue una noche de domingo en que veía televisión. Recuerdo que transmitían una película de cine erótico (no explícito). Era del canal Playboy que por cierto, no se suponía que se viera, pero el edificio contaba con una antena especial en la que de vez en cuando se veían canales extranjeros. Lo cierto es que se podía ver la imagen del canal pero sin escuchar sonido alguno.
Recuerdo que había un fornido rubiete peludo follando con una tía espectacular. Pero repito, más allá del pecho de la mujer, no se veía el sexo de ninguno de los dos.Para mi no fue necesario que la película fuese más explícita. Ni tampoco fue imprescindible escuchar los gemidos de placer de ella ni de él o escuchar cualquier otro sonido. Acostado en una esterilla en la habitación de la tele, me sumergí en la historia que tenía ante mis ojos.
Entonces desabroché mi pantalón y sentí mi miembro, que se encontraba un tanto animado y de pronto me imaginé siendo ese hombre, que embestía a aquella exuberante mujer. Sin ninguna malicia abracé mi polla con los dedos, imaginando que el hombre que estaba siendo proyectado en la tele estaría sintiendo algo parecido.
En la tele, los dos jóvenes amantes estaban ya ejecutando el doggy style (o posición de perrito), ambos frente a la cámara, así que podía verles el rostro. Sin querer, mi mirada se centraba en el actor. Supongo que esto era una señal más, junto con mis sueños húmedos, de que también me gustaban los hombres.
Honestamente, no se en quien debería haberme fijado más. Supongo que debía haber centrado toda mi atención en ella. Quizás por ello, en los hentai o mangas eróticos, muchas veces difuminan el pene de los hombres, aparte de que los hombres no suelen ser muy atractivos. Todo para que las chicas sean las que se lleven toda la atención. Algo muy parecido en el mundo occidental, pues son las mujeres las reinas del cine porno hetero, relegando muchas veces a los hombres a ser magníficas pollas pero sin rostro.
De pronto, con mi mano izquierda sujetando mi miembro comencé a hacer movimientos de arriba hacia abajo con la misma frecuencia con la que ese atractivo hombre rubio embestía a aquella mujer.
No se cuánto tiempo transcurrió pero recuerdo cómo de pronto sentí un calor inesperado en todo mi cuerpo. Como burbujas en ebullición o un 'hormigueo' recorriendo mis extremidades. Como si fuentes de alguna energía desconocida viajaran por mi cuerpo hacia mi miembro, desencadenando el climax que luego se transformó en una erupción de un líquido blanco, espeso y caliente que cubría gran parte de mi pecho, e incluso, parte de mi rostro.
Estaba completamente descolocado. No entendía qué había pasado. Avergonzado comencé a limpiarme. No comprendía que había experimentado un orgasmo. Que había acabado. Que me había corrido. Me limpié rápidamente y absorto me fui a la cama sin ver el final de la peli. Siempre que recuerdo este episodio suelo reírme. No puedo creer que con 24 años no supiese qué había sido aquello. Me resulta increíble que aquello hubiese estado oculto para mi.
Al día siguiente comprendí lo que había vivido la noche anterior. Todas las piezas encajaron. Comprendí que había sentido en carne propia lo que esos hombres y mujeres fingían al final de esas escenas eróticas: había tenido mi primer orgasmo. Lo entendí mirando ansiosamente el reloj en el trabajo y deseando como nunca llegar a casa. Mi cuerpo me pedía a gritos volver a repetir. En la ducha, en la habitación, por Dios... en cualquier parte que me ofreciera algo de intimidad!!!
Los sueños húmedos cesaron. Nunca más vinieron a mi. Con aquella escena fortuita había finalizado una etapa y había comenzado otra nueva. Un mundo nuevo se abría ante mi...
El otro José
(Otro más confuso)
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