Confesiones de Medianoche: `Yo soy un hombre gay, pero mi hijo no lo es´
07.Dic.2022. Anécdotas. Escribo esta breve historia desde el balcón de mi apartamento, mientras veo pasar la gente que camina por el Boulevard que pasa por el frente de mi casa. Creo que me siento algo inspirado, pues mientras veo a esas personas, me imagino las cientos de historias que cada una de ellas tendrían qué contar.
Yo tengo algo qué contar. Hoy me decidí a inmortalizar una de mis historias en la web y pensé que sería una interesante una Confesión de Medianoche, una de mis secciones favoritas de la revista web www.cityvega.com.
Mi nombre es Miguel Enrique. Soy profesional, tengo 46 años y vivo en un modesto apartamento con mi pareja, Jorge, con quien tengo una feliz y estable relación desde hace más de veinte años. Debo decir que aparte de nosotros vive también nuestro hijo, quien este año cumple sus 23 años, Guillermo, a quien Jorge me ha ayudado a criar desde hace más de dieciocho años.
¿Cómo me convertí en padre?
Soy homosexual desde los 17 años. Y como muchos gays, no pensaba tener hijos. ¿La razón? Era muy joven y aparte, no salía con mujeres. Sabía que no era lo mio. La cosa es que Guillermo, mi hijo, o como le digo por cariño, "Guillermito" o "mito", fue concebido poco antes de una memorable fiesta de navidad a mis 24 años de edad.
Trabajaba para una transnacional para aquél entonces y luego de la fiesta de la empresa, varios acordamos "seguir de rumba" hasta el amanecer: música, baile y mucho ron. Pero debo confesar que el ron tiene un raro efecto en mi. Me pone “cachondo”. De hecho, evito tomar demasiado ron cuando estoy solo para evitar “perder el control”.
Una compañera de trabajo, para no ir sola, decidió llamar a varias amigas. Y una de ellas, Rosana (una vecina de ella, para ser exactos), se cruzó en mi camino bajo los efectos del ron. Aquella noche, Rosana y yo "vivimos nuestra vida loca” de Ricky Martin o nuestra “nuestra noche de copas, nuestra noche loca” de Maria Conchita Alonso.
Aun recuerdo la cara de mi compañera de trabajo cuando se acercó a mi puesto, unas semanas después, con una cara pálida, diciéndome que su vecina, Rosana, quería hablar conmigo urgente y que me llamaría. Rosana me llamó a mediados de Enero y fue cuando la vi por segunda vez en mi vida. Al verla, supe de inmediato que algo pasaba: ella estaba embarazada.
Al principio, pensé en dudar. Pero algo dentro de mi me dijo que decía la verdad. Especialmente cuando le conté a Rosana que yo era gay. No le importó. Su problema (o bendición) era lo que llevaba en su vientre. Mi condición sexual no era de importancia.
Nos paseamos por la posibilidad de dar término al embarazo, de casarnos, de criarlo juntos, de que lo criara ella, de que me quedara con ese bebé, etc. Poco a poco, descartamos la posibilidad de un aborto. Tampoco era una opción casarnos. Ahora sobrio, yo no sentía ningún tipo de atracción hacia Rosana (ni ella hacia a mi, afortunadamente). Ella decidió tenerlo, decidió que lo iba a criar ella sola, ya que dada mi condición sexual, no resultaría un matrimonio.
Rosana tuvo a "Guillermito". Desde ese día, mi hijo pasó a ser lo más importante para mí. Yo no vivía con ellos, pero pude seguir de cerca todo el proceso. Siempre la apoyé y la ayudé con los gastos.
Aquí quiero puntualizar algo y es que debo decir que tener un hijo ha sido una de las mejores experiencias que he tenido en la vida. Mi vida nunca más fue la misma. Mas aun cuando Guillermito se vino a vivir conmigo. Fue a partir de sus cuatro años de edad. Rosana estaba pasando por un mal momento y me pidió que me encargara del niño.
Afortunadamente, yo no estaba solo. En ese momento, mi vida la compartía con Jorge, quien me dio todo su apoyo. Ambos decidimos encargarnos de Guillermito.
Podría decir que Guillermo es tan hijo mío como de Jorge. Guillermo crecíó con dos papás. Le dimos toda la educación que requiere un hijo y creemos haberlo hecho bien. Nuestro hijo creció viendo a dos hombres que duermen en la misma cama, que se respetan y se aman. Guillermito creció sabiendo que el amor no tiene sexo. Ahora Guillermo tiene 22 años, pronto se graduará de la universidad y es un buen muchacho del cual estoy orgulloso. No hay traumas ni problemas qué contar. Ni siquiera cuando se enteró, ya adolescente, que su madre era lesbiana.
Si hay algún problema (pero no lo es) es que quisiera que Guillermo fuera gay, como Jorge y yo. De esta forma podríamos hablar de temas que solo podemos hablar entre gays. Pero no es así. Guillermo es heterosexual, de hecho, desde joven ha sido tremendo con las chicas. Ahora está un poco más calmado y tiene una novia con la cual parece que quiere “enseriarse”. Guillermo tiene todo el derecho de tener su propia identidad sexual. Nosotros la respetamos, así él respeta la nuestra.
A veces me rio de aquellas personas que dicen que una pareja homoparental no deberían tener hijos porque éstos serían gays también y que con ello ponen en peligro la continuidad de la raza humana. Son puras tonterías... ¿que cómo lo se?... Lo se porque Jorge y yo criamos un niño, nuestro hijo y nosotros somos dos hombres gays, pero nuestro hijo no lo es...
Miguel Enrique
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