Confesiones de Medianoche: `Mi curioso encuentro con un doctor morboso´
05.Jun.2022. Anécdotas. Me llamo Gerardo y gracias a las aplicaciones para conocer a otros hombres tengo cientos de contactos en mi teléfono. A muchos no los conozco. Pero hace una semana, decidí darle una oportunidad a uno de ellos.
A la final se trataba de hombre que ejercía como médico, tenía fotos buenas y que por cam se veía bien. Lo mejor de todo es que en persona se veía mejor. Mucho, mucho mejor.
El encuentro
El doctor tenía 38 años, blanco, velludo (o muy velludo), acuerpado, todo un descendiente de italianos. Es de una especialidad que me reservaré. Se trataba de un hombre bellísimo. O un médico bellísimo, como se quiera ver.
Nos conocimos y fuimos a su casa. Cuando llegamos, conversamos un rato de cualquier cosa, política, si emigrar a otro país o no, etc. Pensé en que nos convertiríamos en amigos y no pasaría nada más.
En algún momento me tomó de la mano y me dio unos besos que respondí con todo el gusto del mundo. De pronto, ya estábamos en su habitación y nos quitábamos la ropa.
Fui yo quien tomó el control. El doctor era una de esas personas de cuerpo sensible al tacto. Disfruté demasiado escucharlo gemir con cada uno de mis besos y caricias que le di con mis labios y mi lengua. Lo dejé totalmente exhausto. Tanto, que me pidió que durmiéramos un rato. Dormimos abrazados y desnudos toda la tarde.
El otro "yo" del doctor morboso
Cuando desperté, noté que el doctor estaba continuando lo que habíamos comenzado. Por un momento pensé que el doctor no usaría protección. De haberlo sugerido, me habría ido de allí sin hacer nada (más de uno se ha quedado "vestido y alborotado" al querer hacerlo sin protección). Afortunadamente, él se ocupó de todo.
Mientras me hacía suyo, comenzó a preguntarme las cosas más sucias que nadie me había preguntado antes con muchos detalles que aun recuerdo con inquietud: sobre mis parejas anteriores, que si yo lo había hecho en algún autobús, o en el metro, o en algún baño de algún centro comercial, que si había compartido la cama con dos o más personas y otras cosas pervertidas que no puedo describir aquí, algunas de ellas inimaginables por muchas personas.
La estocada final
El doctor morboso se sintió un poco frustrado de saber que yo nunca había hecho la mayoría de cosas que me preguntó. En ese momento, comenzó a hacerme preguntas personales y se emocionó mucho cuando le dije que viajaba frecuentemente por trabajo, que estaba de visita en esa ciudad y me estaba quedando en casa de un amigo hetero.
El doctor morboso me preguntó si había tenido algo con mi amigo y no podía creer que mi respuesta fuese negativa. Él no podía concebir que pudiéramos dormir en la misma casa, compartir la cocina, la ducha, la sala para ver la tele y que nunca hubiese pasado nada entre nosotros.
De pronto, noté una mirada lasciva en él y sin yo preguntarle nada sobre el asunto, el doctor morboso me decía qué era lo que tenía que hacer para seducir a mi amigo:
- Comprar una o dos botellas de licor. Las favoritas de mi amigo hetero, y una noche, en casa, beberlas hasta que el cuerpo aguante. Eso nos haría desinhibir a ambos.
- Dejar una revista erótica a la vista de mi amigo.
- Salir de la habitación de huéspedes en ropa interior o dejar caer "accidentalmente" la toalla al salir de la ducha.
- Mirar descaradamente algunas partes del cuerpo de mi amigo hetero.
- Provocar roces "accidentales" y una decena de propuestas capaces de ruborizar a los más conservadores.
Estas recomendaciones salían de su boca mientras me hacía suyo. Al terminar, descansamos un rato, nos duchamos y el doctor morboso me regaló un bombón de chocolate antes de irme. Pensaba que todo estaba bien pero cuando salí de su casa me sentía aturdido. El doctor morboso había sembrado una idea en mi cabeza que no me podía sacar: seducir a mi mejor amigo, quien por cierto, era hetero. O quizás se trataba de una nueva técnica de lavado de cerebro.
Salí de casa de ese médico como cuando sales del médico con una receta y una serie de pasos para recuperar un buen estado de salud. La cosa es que yo no estaba enfermo. Sentía que había disfrutado la larga y apasionada velada con el doctor morboso, quien es una mezcla entre lo dulce y lo ácido, entre lo profundo y lo banal, entre lo celestial y lo terrenal, entre lo divino y lo maligno. Sentía como si hubiera sido mordido por él y yo me encontrara en un proceso de transformación.
Esta es mi última noche antes de regresar a mi pueblo. Continúo en casa de mi amigo heterosexual. Anoche no pude dormir. Imágenes iban y venían a mi cabeza. Pero lo más sorprendente es lo que ha ocurrido esta tarde: al llegar a casa he dejado "accidentalmente" una revista erótica en el sofá de la sala de la casa de mi amigo.
Mi amigo no ha llegado, pero verá la revista. Se que la verá. Es un fanático del orden. No tengo idea de cómo reaccionará pero creo que no me importa. Supongo que ya se ha completado el proceso de transformación que inició el doctor morboso... estoy salivando... Es temprano aun. La noche promete ser larga. Desconozco hasta dónde seré capaz de llegar...
El paciente morboso (o mordido)
¿Quieres compartir con nosotros tus anécdotas, vivencias, experiencias, o cualquier cosa que se te ocurra? Con nosotros puedes hacerlo enviándola a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.. Con gusto publicaremos tu boceto, tu idea o tu texto en nuestra sección de Confesiones de Medianoche. Anímate!!!
Recomendamos ver también:
¿Quieres compartir un comentario, observación o duda sobre este artículo o cualquier otro? Escríbenos a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo..
Mantente informado sobre cada una de nuestras publicaciones agregándonos a tu FACEBOOK y/o a tu TWITTER.