Confesiones de Medianoche: `El ex-novio que nunca pudo salir del closet´
23.Oct.2021. Anécdotas. Me llamo Andrés E. Tengo 37 años, trabajo en el área de Finanzas de una importante trasnacional. Aunque nada de eso importa en la historia que me he animado hoy a compartir. Quizás porque la depresión me gana hoy, quizás porque el desahogarme es la mejor manera de sanar.
Hace algún tiempo, por esas casualidades del destino, que ya empiezo a creer que no existen, me encontré con mi primer amor. Yo estaba conectado, chequeando mi cuenta de Facebook, cuando en la sección lateral apareció el mensaje “Quizás conozcas a...”. Cuando leí el nombre, sentí cómo de repente mi corazón daba un salto y como mis piernas se iban helando poco a poco, esa sensación cuando tu mente retrocede y revive mil recuerdos y la vida recobra el sentido, ¿había vuelto?, las probabilidades de que se tratara de otra persona eran muy pocas.
Cuando fui más allá y vi su imagen un poco más clara luego de un click, no me quedaron dudas. Era él. El mismo hombre que conocí once años atrás y con el que compartí los mejores tres años y medio de mi vida: mi primer amor, Renzo Dernersissian.
Renzo, mi primer amor
Renzo nunca pasa desapercibido. Su atractivo siempre fueron su sonrisa, su personalidad y sus piernas. El es una de esas personas que cuando hacen su aparición, se convierte en el centro de la atracción y se tratare de una rumba, en el alma de la fiesta.
Recuerdo que en el bachillerato, todas las chicas del colegio querían con él. Pero no fue a la voluptuosa Ana María Cohen a la que escogió. Tampoco a la angelical Samantha Blum ni a la peliroja Isabella Schneider. Fue a mi a quien Renzo eligió.
Recuerdo la primera vez que alguno de los dos cruzó miradas y cuando detrás de una sonrisa nerviosa, me dijo casi entre pena y vergüenza "eres alguien con quien podría imaginar compartir una vida" y esa vida conmigo desde ese momento, duró 42 meses que marcaron a fuego mi futuro y mi pasado y me hicieron pensar que jamás podría volver a conseguir alguien como él.
Esa vida conmigo fue llena de detalles y momentos cómplices que lo hicieron parte de mi mundo, hasta el punto que llegó a estar en la mesa de mi casa como el mejor de los amigos y uno más allí sin levantar la mayor sospecha que entre él y yo algo pasaba.
Recuerdo la primera vez que Renzo fui a mi casa. Mi mamá siempre ha sido muy cariñosa con mis amigos y compañeros de clase. Pero con Renzo, la cosa no fue normal. En poco tiempo, Renzo se convirtió en alguien más de la familia, hasta el punto que mi mamá le preparaba las cosas que más le gustaban cuando él pasaba por la casa.
Mi hermana fue la más suspicaz: “¿De dónde conoces a Renzo?” fue lo primero que me preguntó cuando lo llevé la primera vez a la casa. Ella y él se graduaron del colegio en el mismo año. Yo lo hice cinco años después. Ya no recuerdo qué le respondí a mi hermana, pero sea lo que le haya dicho, la dejó satisfecha porque nunca más hizo preguntas de ese tipo.
Yo comencé a frecuentar su empresa y hasta pude encargarme de ella por semanas enteras. Recuerdo que mi mamá me preguntaba “Hace tiempo que Renzo no viene”. A lo que le contestaba “Mama, recuerda que Renzo está en Italia, viene la semana que viene”.
Nuestra separación
Nuestra relación fue muy especial. Por espacio de tres años y medio, nos vimos casi todos los días y pasábamos los fines de semana juntos. En aquél entonces él jugaba beisbol y yo lo llevaba, hasta que alguien comenzó a insinuar que Renzo y yo éramos pareja. Otro llegó a decir que yo estaba enamorado de Renzo. Estos comentarios perturbaron hasta el punto de que me pidió que no lo llevara más a las prácticas “por protección para ambos”. Para él, era mejor ocultarnos un poco hasta que todos aquellos comentarios menguaran, así en aquel momento él puso tierra de por medio y salió del país.
Los comentarios maliciosos se hicieron más frecuentes entre sus mejores amigos. Renzo estaba por cumplir los treinta años. Alguien como él, a esa edad, ya está por casarse o divorciándose. Y más cuando se tratase de alguien con la personalidad de él. Sus viajes a Italia se hicieron más frecuentes. Y finalmente llegó el día en que me dijo lo que ya me imaginaba: “Andrés, me voy a vivir para Italia”.
Renzo fue muy especial conmigo hasta ese día. Porque me pidió que me fuera con él, pero ambos sabíamos que no podía irme. Para ese momento, me encontraba estudiando un postgrado y tenía que terminarlo.
No pasó mucho tiempo en darme cuenta lo mucho que me hacía falta Renzo. Cuando tuve la oportunidad, comencé a organizar mi viaje para Italia para visitarlo. Cuando le comenté mis planes, Renzo me decía que aun no estaba listo para que lo visitara y mi visita levantaría sospechas. Su respuesta era que él aun se estaba estableciendo, por lo tanto, necesitaba que le diera más tiempo.
En una segunda oportunidad que quise organizar el viaje, Renzo me convenció de desistir del asunto. Me pidió que lo olvidara, que hiciera mi vida que él haría la suya.
Nunca más supe de Renzo, nunca más hubo un contacto. Tampoco una de esas frases compuestas por tan pocas letras, pero que al ser escuchadas pueden despeinar el alma. Me refiero a frases como "te extraño", "te quiero" o "te amo".
Renzo en el Facebook, siete años después
Siete años después, cuando habría pensado que la situación estaba completamente superada, me encontraba frente a mi laptop, en su cuenta de Facebook. Tenía un perfil restringido por no ser "amigos", pero todas sus fotos estaban disponibles.
No puedo explicar las sensaciones que sentí cuando veía cada una de sus fotos: prestando servicio militar, cenando con su familia, de vacaciones, etc. La parte más amarga fue cuando vi las fotos de su matrimonio y junto a su esposa, con quien se casó el año pasado.
Sus fotos estaban comentadas en idioma italiano, pero salvo una que otra palabra, pude entender todo. Sin temor a equivocarme podría decir que me actualicé en estos últimos siete años. Seguí su vida paso a paso.
Mientras veía sus fotos, miré por mi ventana y perdí la vista mirando la ciudad en la que vivo con cientos de recuerdos nostálgicos que abordaron mi cabeza. Recordé momentos, caricias, sonrisas, palabras, besos así como esos instantes en que solo veíamos televisión mientras hacíamos planes para el futuro, entre ellos el perro que tendríamos, un Golden Retriever al que yo le pondría nombre y al que finalmente bautizaríamos imaginariamente como Tequila.
Cuando finalmente seguí viendo sus fotos, lo único que podía pensar es que Renzo había cumplido su palabra, él estaba haciendo su vida, él, finalmente era feliz. Pero luego apareció una foto que me hizo dudar. Una sola foto bastó para cambiar todas mis perspectivas e hizo que mis ojos se llenaran de lágrimas...
... En la foto Renzo y su esposa, en un parque de algún magnífico lugar de Italia. Ambos junto a un perro, un precioso Golden Retriever. Debajo de la foto, un texto en italiano: "Paseando juntos con nuestro perro, TEQUILA".
Andres E.
¿Quieres compartir con nosotros tus anécdotas, vivencias, experiencias, o cualquier cosa que se te ocurra? Con nosotros puedes hacerlo enviándola a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.. Con gusto publicaremos tu boceto, tu idea o tu texto en nuestra sección de Confesiones de Medianoche. Anímate!!!
Recomendamos ver también:
¿Quieres compartir un comentario, observación o duda sobre este artículo o cualquier otro? Escríbenos a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo..
Mantente informado sobre cada una de nuestras publicaciones agregándonos a tu FACEBOOK y/o a tu TWITTER.