Confesiones de Medianoche: `Soy un hombre gay y quisiera relatar cuando usé mis primeros (y últimos) tacones´
07.Ago.2022. Anécdotas. Me llamo Salomón, soy homosexual y eso significa que me atrae la gente de mi mismo sexo.
¿Las mujeres? Me gusta observarlas, admirarlas. Especialmente cuando son femeninas y les gusta arreglarse. Punta en blanco, pues. Tacones, maquillaje, accesorios. Bellas. Siempre bellas. Nada sexual. Porque soy gay, como dije antes .
Y debo decir que hay personas que piensan que piensan que ser gay es sinónimo de...
- ... Usar ropa super ajustada...
- ... Llevar peinados o ropa super fashion...
- ... Caminar de forma "peculiar"...
- ... Ser femenino...
- ... Utilizar maquillaje...
- ... Vestir ropa de mujer o zapatos de mujer...
Se equivocan. Y mucho. Me acepté a los 19 años. Ahora tengo 31 y nada que ver con ninguna de esas cosas. Estos son prejuicios y estereotipos que tiene mucha gente sobre el colectivo homosexual y que no me gustaría reforzar. Soy hombre y me gustan los hombres como yo. Hombres. Tíos. Manes. Machos...
...Aunque bajo la premisa anterior, tengo "una pequeña mancha en mi expediente"... o "una arruga en mi camisa"... hay un detalle que debo confesar "para expiar todos mis pecados"... algo que no sabe mucha gente... una vez me atreví a usar tacones en una fiesta. He aquí mi experiencia.
La selección de los zapatos de tacón alto
El año pasado me fui de vacaciones a una ciudad de costa con intenciones de disfrutar de la playa y visitar algunos amigos gays que harían una fiesta allí. Era una de esas fiestas temáticas (como a ellos le encanta). Los asistentes podían ir como quisieran, incluso, podían ir vestidos de mujer o de hombrecitos. El único requisito era ir en que todos los asistentes, vestidos como estuvieran vestidos, tendrían que usar tacones de mujer.
Recuerdo que cuando recibí la invitación la descarté de inmediato. ¿Yo en tacones? Nahhh... No me veía.... Soy un macho al que le gustan los hombres. Respeto a los hombres que les gusta vestir zapatos de mujer, pero eso no era para mi.
Unas semanas después, ya fuera de la oficina, de vacaciones, fui a realizar unas compras en un reconocido Centro Comercial cerca de mi casa. Por alguna razón que desconozco me detuve un momento en una vitrina que sólo vendía zapatos de mujer.
Una vendedora me abordó de inmediato con el típico:
"A la orden, ¿en qué le puedo ayudar?"
Como en una especie de trance, me dejé llevar y entré en la tienda. Estuve a punto de preguntarle si tenían mi número para unos zapatos de tacón alto que estaban en la vitrina y que habían llamado mi atención. Cuando apenas iba a pronunciar algo, ella me interrumpió:
"¿Son para tu novia?"
"¿Para tu hermana?"
"¿Para tu esposa?"
"Dime qué talla buscas para ella"
Entré en estado de shock. Quizás pánico. Sentí un frío en el estómago que recorrió de arriba hacia abajo cada parte de mi cuerpo. No pude pronunciar palabra alguna. Nada.
Me di media vuelta y salí de allí casi corriendo. Me sentí estúpido. Al salir del centro comercial no volví a pensar en ello.
Mi amiga "alcahueta" (todo hombre gay tiene una amiga así)
Ya de vacaciones y en la ciudad donde vivían los amigos que organizaban la fiesta, salí de paseo con mi mejor amiga, Beatriz Isabel, quien también estaba pasando unos días allí con su familia. Nos fuimos de compras y la acompañé a comprar unos zapatos. Al salir de la tienda, le conté lo que me había pasado unos días atrás en una zapatería de mujer, le hablé sobre la fiesta que justamente se daría esa misma noche y sobre mi negativa de ir.
Algo que tenemos la mayoría de los hombres gays en común es una amiga confidente, a la que le contamos nuestras cosas y travesuras. En ocasiones esa amiga se vuelve amiga alcahueta, la mariliendre que casi siempre termina convenciéndonos de hacer cosas que en nuestro sano juicio jamás haríamos.
Al contarle, a Beatriz Isabel, mi amiga, se le alumbraron los ojos y por alguna razón que desconozco me dijo que tenía que ir a esa fiesta. No hubo forma ni manera de cambiar la conversación:
"Por favor, por favorcito".
"... Anda... si, si, ve a la fiesta en tacones de mujer".
"Tienes que verlo como una experiencia, como una anécdota".
"Así sabrás lo que sentimos las mujeres al usar tacones".
"Sólo por una vez en la vida... vive la vida...".
"Yo te acompaño.... yo te asesoro...".
Y cuando le daba mis excusas, comenzaba a cantarme la canción de la cantante venezolana Karina "Quiero unos zapatos de tacón alto, quiero ser tan alta como tú". Mi amiga no escuchaba ninguno de mis argumentos.
Casi arrastrado me llevó a la misma tienda en la que ella había comprado sus zapatos. Comenzamos a ver zapatos para mi pero cuando ella comenzó a preguntarme si había un modelo que me gustara, comencé a sentirme tal cual me había sentido en la tienda del Centro Comercial cercano a mi casa. Cuando ella se dio cuenta, dejó de pronunciar palabra por un rato, me preguntó cómo iría vestido a la fiesta en caso de asistir y ella escogió los zapatos para mi:
"Estos tienen el tacón muy bajo, como eres robusto, parecerás una doña... cero uno, nada que ver..."
"Estos son chic, tacón alto pero tienen plataforma... es como mucho con demasiado para ser tu primera vez".
"Estos son los indicados. Voy a pedir estos".
Beatriz Isabel se fue al mostrador y habló con una de las vendedoras, quien desapareció por un momento y al regresar traía tres cajas de zapatos, tres tallas diferentes del mismo zapato. Ambas me llamaron al mostrador, esperaron que salieran unos clientes y me hicieron probar los zapatos de tacón alto. Ellas hicieron todo por mi. Lo único que hice fue pagar el modelo que ellas escogieron: unos zapatos color crema y en piel, combinaría con una chaqueta que supuestamente llevaría esa noche a la fiesta. Salí de allí con mis primeros tacones...
Mi imposible huida de la fiesta en tacones
Beatriz Isabel sabía que una cosa era comprar esos zapatos. Otra cosa era usarlos para ir a la fiesta de mis amigos. Ella sabía que yo no sería capaz de ir, así que me acompañó el resto del día (dicho en otras palabras, ella me "escoltó"). Cenamos juntos y me acompañó al hotel. Su misión, según sus palabras, era al menos que yo sintiera lo que era usar tacones. "Asegurar mi inversión". Yo había comprado unos zapatos de mujer y al menos tenía que estrenarlos. Yo le hice creer que iría a la fiesta. No tenía otra opción.
Ya en el hotel me bañé y me vestí con la ropa que le había dicho en la fiesta. Comenzaron las pruebas. Beatriz Isabel me enseñó como caminar y hasta cómo bailar en caso de que me provocara bailar. Ella se burló de mi hasta más no poder. Eso si, no dejé pruebas, ya que por más que insistió no la dejé tomarme fotos. No quería evidencias. Si alguien se llegara a enterarse, sería mi palabra contra la de ella.
Pensé que Beatriz Isabel pediría un taxi para reunirse con su familia y me dejaría solo. Yo me iría a la fiesta por mi cuenta. Sin embargo, mi plan era desvestirme y quedarme en el hotel luego que ella se fuera. La verdad no iría fiesta de mis amigos. Pero ella fue más inteligente que yo. Me pidió que la acompañara en el taxi a su casa. Acepté. Me puse unas cholas de playa y la acompañé a casa de sus padres. Pero ese no era el lugar al que ella tenía en mente. Para mi sorpresa, el taxi se estacionó frente a la quinta de mis amigos.
Aun bajo la sorpresa, Beatriz Isabel me pidió mis cholas de playa y me dio a cambio mis tacones. Sin darme cuenta, cuando aun estábamos en el hotel, ella los había metido en una de sus bolsas de compras. Allí estaba yo, descalzo, con unos tacones de mujer en la mano. El taxista nos veía con cara entre no entender y cara de aguantar la risa.
En ese instante llegó un par de chicas a la casa de mi amigo, uno de mis amigos abrió la puerta. Por supuesto, los tres estaban en zapatos de tacón alto. Muy alto, a mi juicio. Un par de chicos llegó enseguida también, al llegar vestían zapatos de deporte pero se cambiaron y comenzaron a vestir sus tacones apenas entraron a la casa.
Me bajé del taxi totalmente descalzo, con mis tacones en la mano. Di unos pasos mientras saludaba al anfitrión de la casa. Beatriz Isabel me tomó una foto con su teléfono (ojo, descalzo y con los zapatos en la mano). El taxista, ya sin aguantar la risa me dijo: "¡Feliz noche!" y se fue con mi amiga muerta de la risa.
De pronto me vi con mis tacones a entrada de la quinta, con mi amigo abrazándome feliz por haber cumplido el reto. Y debo decir que no se permitió estar descalzo hasta bien entrada la madrugada. Fue una noche de muchas risas, de mucho bailar y hasta de hacer pasarelas. Por supuesto, yo era uno de los que peor la hacía.
Salvo dos o tres hombres que se vistieron de mujer en la casa, el resto, unos quince invitados más, fuimos hombrecitos con tacones. De verdad disfruté mucho esa noche y me alegró haber ido, porque allí conocí a alguien con quien mis vacaciones se hicieron más interesantes. Si, ambos luciendo espléndidos zapatos de tacón.
Finalmente confesar que los tacones los dejé en esa casa al irme, un poco antes del amanecer. Supongo que alguno de los invitados se los llevó porque mis amigos, los dueños de la casa, nunca los encontraron los siguientes días. Pero no importa. Fueron mis primeros (y últimos tacones). Experiencia superada.
Salomón
(El hombre que alguna vez usó tacones de mujer)
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